Desde hace aproximadamente cinco años, todos hemos sufrido al menos una vez “phubbing” durante una reunión de trabajo o una comida familiar. Esta práctica masiva carecía de nombre hasta hace poco pero sus consecuencias eran apreciables por cualquier comensal.
Se inició hacia el año 2007 con el nacimiento del smartphone o teléfono inteligente, que sintetizaba en pocas pulgadas la potencia de un ordenador de sobremesa.
Con la posibilidad de mantenerse conectado a Internet a cualquier hora y en cualquier lugar, se generalizó esta obsesiva práctica que muchos perpetúan sin ni siquiera saberlo.
El “phubbing” (término formado a partir de las palabras inglesas phone y snubbing) consiste en el acto de menospreciar a quien nos acompaña al prestar más atención al móvil u otros aparatos electrónicos que a su persona.
Ha sido recientemente bautizado en EE.UU. y son muchas las plataformas virtuales que combaten activamente este descortés hábito.
Sus argumentos aluden al protocolo más básico a la hora de sentarse a la mesa, que reprocha empezar a comer antes de que todos hayan sido servidos o coger comida del plato de otros comensales, y que por ende reprueba el acto de ignorar a quien tenemos al lado.
Los promotores de estas iniciativas “antiphubbing” aseguran que casi el 90 por ciento de los adolescentes prefieren el contacto vía texto que cara a cara y que los restaurantes experimentan 36 casos de “phubbing” en cada sesión de cena, y advierten de que este fenómeno puede acabar reduciendo las relaciones sociales al intercambio de mensajes virtuales.
El phubbing y la relación de pareja
- ¿Se acuesta siempre mirando el móvil?
- ¿Se levanta y mira el teléfono?
- ¿Se ríe de mensajes que le mandan pero no te los cuenta?
- ¿Tiene grupos de los que no te ha hablado?
- ¿Se hace fotos pero a ti no te las manda?
Puede que todas estas acciones no sean más que mantener su privacidad, contacto con amigos, grupos de compañeros, pero en ocasiones pueden ocultar algo más. Intenta que el móvil empiece ser un tercer comensal en la mesa antes que el primero.
Empieza por ser tú quien guarde antes el teléfono y siempre el último en sacarlo. De vez en cuando hazle ver la actitud con el teléfono, pero sin enfados ni críticas. Es una manera de avanzar y proteger tu relación sin que sea un enfado constante o una desconfianza, como nos han comentado varios psicólogos.